Su santidad: Papa Benedicto
XVI.
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No me interesa hablarte de
pedofilia, ni de mis costumbres maricas, que son temas de los que mi alma
condenada y tu alma auto bendecida están hartas. Tampoco quisiera pedirte algo
porque sé que no me darás nada, pero peco de ingenuo y no puedo resistirme,
quiero pedirte una respuesta sincera, no de las que acostumbra dar en esa misa
en algún lugar de Europa que no conozco, porque nunca me invitaste Y aunque
Jesús se juntaba con prostitutas y leprosos, tu preferiste cambiar esa “mala
costumbre” y prefieres ir a visitar a los rotarios y a las casas
presidenciales. No sé porque cambiaste esa “mala costumbre” tan noble, pero no te
preocupes no voy a juzgarte porque no me interesa imitarte, quiero pedirte una respuesta.
Yo miro para afuera y miro
para adentro, me ubican dentro lo marginal, me consideras enfermo, poco más que
un leproso, me consideras el mal, pero ¿quién determina lo bueno y lo malo? o ¿lo
poco saludable y lo sano en esta vida?, eso que me hacía sentir culpable, esa
culpabilidad que me diste por amar diferente, pero así como aprendí a ser
libre, a ser una marica libre con mis amaneramientos y mi voz amariconada que
no se cansa de repetir libertad, no libertad que nos ofrecen los partidos políticos
cuando están en elecciones, sino libertad en sangre viva, libertad con color
vivo, porque mi libertad está viva.
También aprendí a ser un
amante diferente, no es un pecado porque ya no pienso esconderme en
arrepentimientos y en la religión de la inseguridad, seré yo mismo, eso que
nunca me enseñaste, sino todo lo contrario, me lo ocultaste. Aún recuerdo esos
pensamientos caminando por las laderas cuando intentaba agradarte, incluso a
veces no podía dormir pensando en el infierno, en mi alma que condenabas, ese
infierno que me deseabas y me hacías vivir en carne propia, por amar diferente.
Pues tuve que comer de esa manzana con la que las mujeres perdieron su lugar y
bendición para librarme de tu infierno y aprender que mi amor no es tan
diferente, sino que tu odio es el que te hace diferente a mí.
Pues bien, yo también odio
como cualquier otro, porque ser maricón no significa ser una maquinita de amor,
pero mi odio sí que es distinto al tuyo, porque yo no lo disfrazo con túnicas y
sotanas, no lo disfrazo entre rosarios y biblias, no lo disfrazo entre
monumentos de piedra y yeso, no lo disfrazo en discursos de perdón y salvación,
pues ¿quién elige quién es salvo o no? Tampoco lo disfrazo en el celibato, mi
amor no necesita una prueba física y no pienses que tengo algo contra tu dios,
él no me hizo nada, fuiste tú, que a nombre de él, me castigaste, me robaste el
tiempo, me recagaste, peor mi culpabilidad es como una pecera vacía, es como
jugar al sol por salir de día.
Me despido porque sé que te
encuentras ocupado ideando formas para que las iglesias evadan impuestos, pero
no puedo despedirme con un hasta luego porque no tengo los millones de euros
como España, para darte vacaciones en Bolivia. Y me conformo con escribir está
herejía y no me preocupo porque la leas, pues tengo seguro que sabes de mi
alegría y vives con tristeza por eso.
¡Soy Marica y Qué!
Atte. Maricón tercermundista.
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