viernes, 1 de junio de 2012

Ocho locas, un funeral...


Su santidad: Papa Benedicto XVI.
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 No me interesa hablarte de pedofilia, ni de mis costumbres maricas, que son temas de los que mi alma condenada y tu alma auto bendecida están hartas. Tampoco quisiera pedirte algo porque sé que no me darás nada, pero peco de ingenuo y no puedo resistirme, quiero pedirte una respuesta sincera, no de las que acostumbra dar en esa misa en algún lugar de Europa que no conozco, porque nunca me invitaste Y aunque Jesús se juntaba con prostitutas y leprosos, tu preferiste cambiar esa “mala costumbre” y prefieres ir a visitar a los rotarios y a las casas presidenciales. No sé porque cambiaste esa “mala costumbre” tan noble, pero no te preocupes no voy a juzgarte porque no me interesa imitarte, quiero pedirte una respuesta.
Yo miro para afuera y miro para adentro, me ubican dentro lo marginal, me consideras enfermo, poco más que un leproso, me consideras el mal, pero ¿quién determina lo bueno y lo malo? o ¿lo poco saludable y lo sano en esta vida?, eso que me hacía sentir culpable, esa culpabilidad que me diste por amar diferente, pero así como aprendí a ser libre, a ser una marica libre con mis amaneramientos y mi voz amariconada que no se cansa de repetir libertad, no libertad que nos ofrecen los partidos políticos cuando están en elecciones, sino libertad en sangre viva, libertad con color vivo, porque mi libertad está viva.
También aprendí a ser un amante diferente, no es un pecado porque ya no pienso esconderme en arrepentimientos y en la religión de la inseguridad, seré yo mismo, eso que nunca me enseñaste, sino todo lo contrario, me lo ocultaste. Aún recuerdo esos pensamientos caminando por las laderas cuando intentaba agradarte, incluso a veces no podía dormir pensando en el infierno, en mi alma que condenabas, ese infierno que me deseabas y me hacías vivir en carne propia, por amar diferente. Pues tuve que comer de esa manzana con la que las mujeres perdieron su lugar y bendición para librarme de tu infierno y aprender que mi amor no es tan diferente, sino que tu odio es el que te hace diferente a mí.
Pues bien, yo también odio como cualquier otro, porque ser maricón no significa ser una maquinita de amor, pero mi odio sí que es distinto al tuyo, porque yo no lo disfrazo con túnicas y sotanas, no lo disfrazo entre rosarios y biblias, no lo disfrazo entre monumentos de piedra y yeso, no lo disfrazo en discursos de perdón y salvación, pues ¿quién elige quién es salvo o no? Tampoco lo disfrazo en el celibato, mi amor no necesita una prueba física y no pienses que tengo algo contra tu dios, él no me hizo nada, fuiste tú, que a nombre de él, me castigaste, me robaste el tiempo, me recagaste, peor mi culpabilidad es como una pecera vacía, es como jugar al sol por salir de día.
Me despido porque sé que te encuentras ocupado ideando formas para que las iglesias evadan impuestos, pero no puedo despedirme con un hasta luego porque no tengo los millones de euros como España, para darte vacaciones en Bolivia. Y me conformo con escribir está herejía y no me preocupo porque la leas, pues tengo seguro que sabes de mi alegría y vives con tristeza por eso.
¡Soy Marica y Qué!
Atte. Maricón tercermundista.

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