jueves, 25 de octubre de 2012

El canto de la Luisa, itinerario de un asesinato..

Hay muertes silenciosas, muertes que esconden más de lo que realmente se sabe...


El conventillo selló un pacto de silencio mientras el cuerpo de la Luisa se debatía entre los últimos estertores que prolongaban su vida, un poco, mucho, demasiado, finalmente insuficiente. Hasta haber expirado con ese grito ronco y quejumbroso de la que pide lo que siempre se le había negado. La Luisa, amatoria, amante, amada se aferró a su vida colgada del único recuerdo carmesí que conocía y, aunque se sujetó firmemente de ese recuerdo, perdió la esperanza en cada gota librada a su suerte que le devolvía el lecho de su último quejido. 
Su cuerpo, extraviado en el rigor mortis cadavérico, yacía solitario y abandonado en el santuario que finalmente la consagró como una virgen rebelde, aquella que nunca derramo una lágrima de sumisión porque su lucha de todos los días era un llamado a la desobediencia social. Su cuerpo, memoria viva y tumba perenne, acogió sus deseos de indignación de un devenir mujer en premura de las cincuenta y dos puñaladas con la que fue marcada en su último viaje. Ese viaje que cubrió su rostro, ocultó su mirada y la expuso humana en esa arremetida violenta de las cincuenta y dos perforaciones que transformaron su individualidad en cadáver colectivo para movilizar a la indignación que se suma y guarda luto por una muerte de las miles y anónimas que existen. 
Mientras el olor a transfobia pervive en la humanidad del asesino que cobardamente huye de sí mismo, dejando un hilo de pestilencia como marca registrada de una sociedad paradójicamente inclusiva, libre de homofobia y toda forma de discriminación. Por eso nadie escuchó nada, nadie observó nada, nadie sintió nada, porque para la vecindad que rodeaba a la Luisa n maricón, una lesbiana, una travesti es eso, una nada, una nulidad perdida en el espacio. Por eso decidieron no escuchar, no observar, no sentir el auxilio de un ser humano que moría violentamente en sus narices, quizá porque todavía repugna el “otro”, ese otro diferente que se atreve a irrumpir su espacio, ese otro desigual que transgrede la norma heterosexual, ese otro distinto en su osadía de andar y desandar el mismo camino de los supuestos normales. Y es que esta anulación simbólica que el juicio social hace contra los maricas, las travas y las marimachos deviene violencia psicológica, física y sexual en tanto el último intento desesperado de sujetar y normar el cuerpo de los seres que se atreven a obrar en instancias del deseo, con la única finalidad de legitimar un existir digno y primordialmente, humano. 
Por eso el pacto de silencio, no sólo del conventillo, sino de la familia, la policía, la sociedad y el estado en general, que al callar y minimizar este crimen se convierten en cómplices de estos delitos de lesa humanidad. Los Tusequis, el barrio, nunca más volverá a ser el mismo porque desde todos los espacios decidimos romper esa “conspiración del silencio” para hacer del llamado de Luisa Durán una movilización urgente que demande justicia para todas esas muertes obligadas a silenciar su grito.
“Soy Marica y Qué”